Irene
El atardecer cuelga en el tendedero
junto a la ropa mojada.
Irene habla de su vida
como de agua pasada.
El miedo se ha sentado en sus pupilas,
y ha de atar los días con un cordón
para que no se le escapen a los pies.
Mientras le cambia su muda a la mañana,
guarda en lugar seguro las penas.
Se le quema el café mirando las calles cansadas.
Durante las horas que caen como granizo
el rencor no cede su lugar.
A Irene no le duele el mal ajeno.
Vuelve a casa con las bolsas llenas.
Un paquete de café y dos manzanas.
Las tardes que pasa con el televisor
su resuello le dice
que ya no la consuela el dolor ajeno,
que hay gente que como ella
habla de su vida
como de agua pasada.
© Leire Bilbao