ÁRBOL

 

Nada más nacer caí al agua
a aquel agua que venía de arriba
algún día te llevaré al lugar donde todo empezó
pero tienes que ser paciente
te sonreirán los ojos
mientras tanto este poema no es
sino una refinería de recuerdos
miro como si fueran flores
mis manos resumen
y pienso que cuando pisé esta tierra por primera vez
ya era yo un poco
sobre todo porque son los mismos clavos
los que me atan a esta piedra que amo con nombres en euskera
donde la noche pliega los montes a golpes
y los iguala hasta formar una única línea.
Todo es una cadena de hilos alrededor de mi cuello.
Al principio veía trilobites en la oscuridad,
el herrerillo cantaba solo todos los inviernos
y era feliz en cuarto menguante
todo lo que entonces hice ha vuelto
bajo la forma de un pez mudo de luz fría
y sigue en el suelo uno de mis árboles
que anoche tiró el viento
sigue en el suelo con sus veintitrés anillos
en los primeros se ve un río
—las truchas miran a algo que soy yo—
en los del centro está tu pelo
y tu columna vertebral contra mi pecho
y justo al lado del tronco caído
un hueso de melocotón
el mismo que los dedos de mi madre
sacaron de mi garganta
y todavía siguen haciéndolo
sólo que ahora ya no siento que me ahogo.

 

  © Igor Estankona


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