Balones en todas las aceras

 

Cuando el camión que transportaba el partido de fútbol

tropezó con el verso torcido

las lenguas de asfalto se turbaron por un instante,

agitando el aburrimiento sangriento pero aún así desganado de largos años,

con mucha dulzura a pesar de todo,

con un leve suspiro de ambiente de declaración de amor.

 

Como si hubieran saltado del remolque del camión a modo de soldados, desde entonces siempre hay balones en todas las aceras

esperando a nuestros ágiles y hábiles pies,

piel placentera para una burla erótica establecida por decreto.

 

Así es y me gusta,

nos gusta, nos complace

tanto a quienes no conocieron el verso torcido

como a quienes cada día,

como si de un ejercicio de felicidad necesario y premiado se tratara,

olvidamos cómodamente aquél con dulce fascinación nebulosa,

del mismo modo que se olvida el eco enmohecido de viejas melodías

calcinadas entre las válvulas de dentro de un aparato de televisión vivo.

 

  © Juan Luis Zabala


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