El tren que perdimos

 

¿Cuándo partió el tren que perdimos?

¿El que había de llevarnos lejos?¿Quién tenía que avisarnos?

¿Quién conocía los horarios?

¿Como supieron quienes cogieron el tren

cuándo tenían que ir a la estación?

¿En qué rincón, en qué extraña actividad

estábamos nosotros, despistados?

 

Ahora ya no tenemos remedio.

Nos hemos quedado aquí.

Nos hemos rendido.

Vivimos mirando más hacia atrás que adelante.

Más a lo pequeño que a lo grande.

 

Observamos la señales de tráfico rotas,

las viejas piedras de los caseríos en ruinas,

la humilde basura esparcida en las aceras,

rompemos alguna que otra ventana,

organizamos competiciones de levantamiento de televisores,

nos tumbamos sobre el asfalto de calles olvidadas

imitando a los borrachos. Hemos concentrado

los viejos sueños en pequeñas cápsulas.

Nuestra expresión es cada vez más sintética.

 

¿Cuándo partió el tren que perdimos?

Nadie nos dijo nada, nadie preguntó.

¿Hubo algún tren?

¿Tenemos que lamentar haberlo perdido?

 

  © Juan Luis Zabala


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