Domingo en el borde de la carretera

 

Esto es el borde de la carretera,

y hoy es domingo.

Los pies sobre el asfalto, sin auto.

Bien.

Es otro punto de vista,

otra situación,

otro modo de acariciar la vida.

 

La larga recta llena de coches de diversos colores dominicales

plasma el desierto vacío de la civilización.

No hay nadie.

Para estar en un sitio, se precisan los pies encima,

hay que pisar y sentir el suelo.

Los viajeros que pasan, los usuarios de la carretera, se convierten en nada dentro

del túnel de su recorrido.

Habitan el tránsito ahora.

 

¿Qué expreso yo aquí?

¿Qué clase de señal de tráfico soy?

¿O seré, acaso, una escultura vanguardista?

¿Habrá algún conductor que se dé cuenta de mi significado, de mi ruptura, de la

expresión exterior sincera y violenta de mis entrañas?

¿Habrá alguien que, tras ver a través del parabrisas este extraño peatón, sienta

deseos de detenerse y quedarse junto a él?

 

Pero no ha de preocuparme eso.

Lo importante ahora es unirse al asfalto, eso es todo, no hay más.

No quiero que acabe la recta.

Es dulce este modo de acariciar la vida.

Cada vez es más lejano el horizonte de detrás de la recta.

 

Más lejano también el lunes.

 

  © Juan Luis Zabala


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