La higiene de las manos

 

Corro cada media hora

a lavarme las manos,

y así no se puede.

Así estoy sin estar,

así soy sin ser.

 

Debiera tener las manos

cubiertas de lodo reseco,

vestidas de aceite y cenizas,

adornadas con arañazos rojos y negros.

Eso por lo menos,

digno para la solidaridad.

Para cantar con su dolor

en castigadas noches de insomnio,

ululando, mugiendo, bramando, ay, ay, ay,

sincero, abierto, correcto, cercano, cariñoso, suave,

«aquí estoy, soy yo»,

«aquí estoy yo soy»,

como dice, desde tiempos remotos,

aquella vieja canción que curtieron

las gargantas enronquecidas

en los húmedos montes y calles de la Historia.

 

  © Juan Luis Zabala


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