Excavadoras en mi interior

 

Una loca cuadrilla de excavadoras

trabaja, mezquina, en mi interior,

removiendo la tierra.

No soy la casita humilde

al lado de la vía férrea;

sin fuego bajo, sin chimenea,

sin jardín, tampoco patio delantero.

 

Los planos de los proyectos

se han perdido en el negro fango.

Los ingenieros están enfadados,

entre sí y con las excavadoras,

con los propietarios de las tierras y con la autoridad.

La fresca y viva humedad interna de la tierra removida

ha turbado y enloquecido la frenética fascinación de las excavadoras,

y vestido de elegancia y fines sublimes

la profesionalidad de los ingenieros,

en un contradictorio y paradójico juego ya imparable

que ha pillado a los propietarios y a la autoridad mirando al cielo.

 

Son hermosas mis noches,

profundas fotos en blanco y negro

de los parajes abatidos de después de la jornada de trabajo.

Tras el anochecer, en las casitas de al lado de la vía férrea,

las ventanas se llenan de humildes luces

que el expreso hace temblar. A mí me envuelve y absorbe, me acaricia,

el profundo dormir de las cansadas excavadoras.

Protejo entre las ruedas de oruga

los recogidos lodos de mis entrañas, absorbiendo dulcemente el penetrante olor a gasóleo.

 

  © Juan Luis Zabala


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