La canción que vamos a tocar ahora se titula Roto yazgo. Hace tiempo que compusimos esta canción, recién formado el grupo. La creamos sin darnos cuenta, sin saber qué estábamos haciendo, qué queríamos hacer, qué buscábamos, que es como surgen las mejores cosas de la vida, con una repentina claridad misteriosa, con la naturalidad mágica y tierna que torna lo imposible inevitable. Sin pretenderlo, sentimos que todas nuestras fuerzas se nos iban a esta canción, que la canción nos absorbía, que el azar poético de su ruptura inarmónica (la desarmonía rota de su poesía azarosa) limpiaba los más escondidos recovecos de nuestras entrañas, nos hacía buenos y amigables, como si de una oración de profunda confesión se tratara. Esta canción nos llevó al borde mismo de nuestro sonido y de nuestra expresión, cara al oscuro precipicio estrellado. Pocos han sido los que han sentido la fuerza de esta canción como nosotros, y entre los que lo han hecho no hay, por supuesto, ni un solo crítico musical. Y aunque lo hubiera habido no habría cambiado nada. La noche comería, de todas formas, tanto la canción como su alma rota, ahora mismo, en el ambiente lleno de humo de esta sala.    

 

  © Juan Luis Zabala


www.susa-literatura.eus