EL MOMENTO

 

                                                      Veo mi juventud como mapa

                                                      extendido ante mí.

                                                                          W. H. Auden

 

Veo mi juventud como mapa extendido ante mí.

Veo que atando todos los temblores sin levantar el lápiz

esto podría tener algún sentido.

Veo que es así como funcionamos:

arañando los huecos entre las costillas del prójimo

hasta rasgar las cañerías de lo mejor que puede dar.

Después huimos, secándonos nerviosamente

las huellas que las goteras han dejado en nuestras manos.

 

Un puñado de vivencias

en las que parecemos acercarnos al Momento.

 

Ni siquiera nuestra piel se adhiere ya a los huesos

no se apiada, nada quiere saber

de nosotros.

 

Luego hablaremos del momento, como si supiésemos algo.

 

Un puñado de vivencias

en las que parecemos acercarnos al Momento.

 

Un manojo de negativas, dichas con dulzura.

Aquel tío tuyo que te enseñó

que también en los anillos de los ojos podía leerse

la edad, como en los troncos cortados.

 

Quizás no fue en la cama con una mujer

ni cuando se cumplió aquella corazonada y te sentiste tan orgulloso

el día en que más te acercaste al Momento.

Ahora lo recuerdas: tu tío afilando el hacha,

tu tío cortando la cabeza de la ternera recién sacrificada.

Abriste los tuyos para contar rápidamente los anillos

en los ojos de la ternera muerta

y aunque entonces no podías saberlo

aquél iba a ser el día en que más te acercases en tu vida

al Momento.

 

Tú tenías cinco años

hacía frío fuera

y la ternera era más joven que tú.

 

Durante semanas preguntaste a tu madre

si se mantiene durante mucho tiempo en la retina de los muertos

lo último que llegaron a ver.

Despiezaron la ternera y se la llevaron a la ciudad.

Y con la ternera, el momento.

 

  © Harkaitz Cano


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