Mis crías juegan en una balanza.

Oigo sus risas y sus llantos,

aunque todavía no han nacido.

Una es macho; la otra, hembra.

Son mis crías.

 

Ejecutan funciones de bombeo

desde sus virtuales venas hasta mi corazón.

Se me enredan en la respiración

a la espera de reacciones de rechazo.

 

Abro las fauces,

me devoro a mí misma,

me digiero entre eructos y rugidos,

hasta que al fin vuelvo a nacer.

 

Es un proceso especializado en autofagia

esto de ser madre,

ser madre,

ser madre...

 

 

 

  © Miren Agur Meabe


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