LA ACOGIDA
Llamé a aquella puerta sin carnet de identidad,
al despertar de mi sueño bajo el puente.
Tenía agua en los bolsillos,
pulgas de mar ahogadas en el pelo.
Me abrieron la puerta y preguntaron:
"¿De verdad sabes a dónde vienes?".
Crucé los brazos. No contesté.
Un pequeño cangrejo huyó a tientas
de mi boca de naúfraga.
"Entra pues", me ordenaron.
En cuanto di un paso,
la normalidad me pegó un sopapo
y fue tanta la felicidad
que me oriné encima.
© Miren Agur Meabe