MITOMANíA

 

Había demasiados mitos en esta cabecita.

Nacía un nuevo ídolo todos los días.

Una vez, el conserje me dejó curiosear

en casa de un diosecillo,

con la condición de no pedir autógrafos.

Celebraban una fiesta:

cangrejos ligando con lagartijas;

loros dando lecciones de vuelo a halcones;

un par de gafosos renacuajos cascarrabias

repartiendo explicaciones sobre su último libro;

un mono en un rincón, enfurruñado

porque no todos los invitados sabían euskera.

¡Qué instante tan memorable!

Gracias a aquel carnaval,

el camaleón que me saludó desde el espejo de mi casa

resultó ser tan prudente y honrado como el resto de las bestias.

 

 

 

  © Miren Agur Meabe


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