Estábamos callados.
Esperábamos algo.
Vinieron las estaciones, una tras otra,
con frutos en los cestos y nieve en los ropajes.
Vinieron los árboles, los libros, los hijos.
También vino la muerte,
con la boca llena de clavos,
y seguimos como siempre
ya que nunca aprendimos
a vivir sin milagros.
© Miren Agur Meabe