Quiero ser mujer de cristal
y vago por las calles vacías en la noche.
Tengo la piel pálida como una luna enferma
y hasta los perros se asustan con mi mirada.
El olor de la duda que paseo en el cerebro
les hace recular sin tiempo a nada.
El sueño acuna mis pies decididos
con el polvo agónico de las mariposas.
No voy a ninguna parte,
el vértigo me abraza.
Soy como un viejo sueño:
no existo ni vivo.
La noche me escoge fruta suya remojada en leche
y dice sí a mi pecho, y dice sí a mi vientre.
Quiero ser mujer de cristal
para que quien me ama no me vea nunca,
para que me pague con tributo de sangre
todo aquel que ose pisar mi ser hembra.
© Miren Agur Meabe