Hay días en que se me cuela
un dragón en la venas.
Me escupe flemas de cicuta hasta la médula,
y me ceba las tripas con estiércol de ira.
Yo no tengo espada, no tengo coraza,
no tengo ni brazo para proteger mi vida.
El dragón está dispuesto para el triunfo:
ensopa mi cerebro con su baba.
El dragón tiene su táctica:
abrasa mis estúpidas reservas.
El dragón regala invitaciones:
pases al infierno y un sorbo de bilis.
A la hora de las cuentas,
yo, a sus pies, soy su condado.
Son mis posesiones
las buenas voluntades castradas a dentelladas.
Envidia es su insuficiente nombre de reptil.
Envidia es el nombre de mi dueño.
© Miren Agur Meabe