Las aguas del tiempo

limaron la roca de mis condenas.

En la mohosa rueda de la risa

molí sin ninguna pena los pesares.

Las ingenuas flechas de la lluvia

acabaron ajando el trono del rencor.

Con el vulnerable cañón de la palabra

camuflé los epítetos de la compasión.

En las rendijas de los espantapájaros

escondí las promesas de ventura.

Resucité...

en el misterio de una crisálida.

 

 

 

  © Miren Agur Meabe


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