El escritor y su identidad lingüística

El escritor vasco (II)

 

Martín de Ugalde

 

      Raúl Guerra Garrido tiene razón cuando dice que «la única identidad de la literatura es la identidad lingüística», y que « la lengua materna es la herramienta ideal para transmitir a la letra impresa nuestro pensamiento y nuestra forma de interpretar la vida».

      Sí estamos diciendo las mismas palabras.

      Sólo que desde puntos de vista distintos: Raúl, desde su lengua materna, y yo de la mía: mi abuelo nunca llegó a saber castellano; mi padre que aún vive exilado y en país de lengua castellana. Venezuela, no ha logrado dominarla nunca, y yo, a pesar de la imposición en exclusiva, la necesidad y hasta mi amor por Venezuela y su lengua, no la he sentido nunca como mi expresión interior, íntima.

      Aquí, en la incomprensión radical del problema, comienza nuestro desconocimiento.

      La culpa no es de Raúl, ni del inmigrante, ni del maestro extremeño que han mandado a la escuelita de unos caseríos de Guipúzcoa; pero tampoco la es de estos niños que huyen de la escuela que no entienden, ni la de quien se resiente en lo más hondo profundo de las oleadas de buenas gentes que llegan de otras tierras buenas a rendir aquí su trabajo rudo y honesto sin la menor idea de que están pisando sentimientos muy profundamente heridos imponiendo su lengua y sus modos naturales de ser montados sobre todo el aparato cultural de escuela, periódico, radio, televisión, porque es ésta la ley y la justicia que viven con toda naturalidad a costa de la agonía callada rebelde de aquellos a quienes están pisando; ni la culpa es de Raúl Guerra Garrido, excelente escritor en su lengua, que yo admiro, que escribe, como es su derecho, en la lengua que ha recibido en la cuna, en la escuela, en la Universidad y a través de todos los medios de comunicación social, sin violencias, y que es, naturalmente, la que siente y con la que se puede expresar mejor.

      La culpa no es de ninguno de ellos; y los defiendo. Pero no podemos olvidar ahora, cuando asoma la luz de alguna tolerancia, el derecho del vasco que ha nacido en esta tierra hablando su lengua pisoteada, prohibida, apuñalada por todos los costados, que en euskera son cinco, como los vientos.

      Negar al hombre que no habla o escribe en euskara, cualquiera que sea su profesión, su fe, su origen étnico-cultural y su opinión, aunque sea contraria a ésta que quiero expresar como vasco y euskaldun y escritor y creyente, me duele a mí tanto como a Raúl.

      Confío en que Raúl comprenderá también mi dolor. No hay, ni puede haber, otra plataforma de entendimiento que ésta de la comprensión mutua y el respeto activo, la voluntad de reparación, que es la que falta.

 

Deia, 1978-01-27

 

 

 

© Martin Ugalde

 

 

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